Desde 1954, el último domingo del mes de enero se celebra el Día Mundial contra la Lepra con el objetivo de concienciar a la sociedad sobre esta enfermedad y reducir el estigma que sufren las personas que la padecen.
En 1991 la Organización Mundial de la Salud programó la eliminación de la lepra para el año 2000. La meta no se cumplió, pero se hicieron muchos avances gracias a los esfuerzos conjuntos de varias instituciones y a la distribución gratuita de medicación.
¿Qué es la lepra?
La lepra es una enfermedad infecciosa crónica que afecta fundamentalmente a la piel y al sistema nervioso, las mucosas de las vías respiratorias y los ojos. Causada por el bacilo Mycobacterium Leprae, es conocida también como enfermedad o mal de Hansen, en honor al doctor noruego Armauer Hansen (1841-1912), quien descubrió en 1876 el bacilo que la origina.
Se trata de una enfermedad que evoluciona muy lentamente. El tiempo medio de incubación de la lepra es de cinco años, aunque los síntomas pueden tardar hasta veinte años en aparecer, lo que dificulta determinar el momento y lugar donde se contrajo.
Los síntomas iniciales consisten en una pérdida evolutiva de la sensibilidad y dolor espontáneo en el recorrido del nervio, así como la aparición de manchas o nódulos localizados de color pálido o rojizo y sequedad en diversas zonas de la piel.
Según avanza la enfermedad, los síntomas se agravan notablemente. Como consecuencia de las lesiones en el sistema nervioso, los músculos sufren parálisis y pérdida de sensibilidad. Las glándulas que lubrican la piel no funcionan con normalidad, lo que puede ocasionar infecciones secundarias, la sustitución de tejidos sanos por tejidos muertos y la destrucción del hueso. En una fase posterior se producen entumecimientos en las extremidades, debilidad muscular, aparecen nódulos o tumores por todo el cuerpo, la piel se arruga, se hincha y muestra una total insensibilidad al dolor y a los cambios de temperatura. Esto ocasiona que el enfermo sufra heridas o quemaduras sin percatarse de ello, lo que puede derivar en graves infecciones, cuya única solución es la amputación. Otros síntomas, ya más tardíos, son el abultamiento de la frente y la distorsión facial, a la que se ha denominado cara leonina.
Esta enfermedad no es fácilmente contagiosa, pero se transmite por contacto prolongado con una persona que la padece. Es curable siempre que se detecte a tiempo y el tratamiento consiste en una combinación de medicamentos. Sin tratamiento, además de causar deformidades y dolor crónico, la lepra compromete gravemente el sistema inmunológico. La detección temprana disminuye extraordinariamente los riesgos de deformidades y discapacidad entre los pacientes.
La lepra, en sí misma, no produce la muerte a quien la padece. Sin embargo, provoca una reducción drástica de las defensas inmunitarias de los afectados, que unido a las difíciles condiciones socio-económicas que suelen padecer, facilita que contraigan otras enfermedades que puedan ocasionarles su fallecimiento.
Todavía existen más de siete millones de enfermos de lepra en el mundo. Esto es debido a que la lepra está intrínsecamente relacionada con factores propios de los países de menor desarrollo, donde la miseria y la pobreza dificultan el acceso de los enfermos al tratamiento de cura y propician la vigencia de esta enfermedad.
Por las heridas que produce, esta enfermedad ha sido siempre considerada como “maldita”, en el pasado se apartaba a los enfermos a lugares retirados y en muchos casos, se los abandonaba. Aún en la actualidad, continua el estigma de esta enfermedad. Una de las razones que explican que la lepra no se haya erradicado es la continua marginación a la que se ven expuestos los afectados. Generalmente, se auto-aíslan de la sociedad para ocultar su enfermedad o son obligados a hacerlo debido a un irracional miedo al contagio.
El Día Mundial de la Lepra tiene como objeto la sensibilización de la sociedad en la lucha contra la enfermedad y terminar con el estigma que sufren quienes la padecen.