El 28 de julio de cada año se celebra el Día Mundial contra la Hepatitis para concienciar sobre las hepatitis víricas, que inflaman el hígado y provocan diversas enfermedades graves, entre ellas el carcinoma hepatocelular.
El tema de este año es: «La hepatitis no puede esperar». Con él se hace hincapié en la necesidad urgente de actuar para eliminar esta enfermedad como amenaza para la salud pública de aquí a 2030. Cada 30 segundos fallece una persona por síntomas relacionados con las hepatitis víricas, incluso durante la actual crisis causada por la pandemia de COVID-19.
- Según los datos más recientes, cada año hay 10 000 nuevas infecciones por el virus de la hepatitis B, y 23 000 muertes.
- Según las estimaciones más recientes de la OMS, en toda la Región de las Américas se producen cada año 67.000 nuevas infecciones por el virus de la hepatitis C y 84.000 muertes.
- Solo en 18% de las personas con hepatitis B la infección llega a diagnosticarse; de ellas, apenas 3% reciben tratamiento.
- Solo en 22% de las personas con hepatitis C crónica la infección llega a diagnosticarse; de ellas, solo 18% reciben tratamiento.
Síntomas y Tratamiento
Muchas personas con hepatitis A, B, C, D o E tienen solo síntomas leves o ningún síntoma en absoluto. Sin embargo, cada forma del virus puede desencadenar síntomas más graves. Los síntomas de las hepatitis A, B y C pueden incluir fiebre, malestar, pérdida del apetito, diarrea, náuseas, malestar abdominal, orina oscura e ictericia (coloración amarillenta de la piel y la esclerótica ocular). En algunos casos, el virus también puede causar una infección crónica del hígado que, ulteriormente, puede evolucionar hacia una cirrosis (cicatrices permanentes en el hígado) o cáncer de hígado. Esos pacientes corren riesgo de muerte.
La hepatitis D solo se desarrolla en personas infectadas previamente con hepatitis B; no obstante, la infección doble con los tipos B y D puede desarrollar una forma más grave y dar lugar a peores resultados sanitarios, entre ellos una evolución más rápida de la cirrosis. El desarrollo de hepatitis D crónica es raro.
La hepatitis E comienza con fiebre leve, disminución del apetito, náuseas y vómitos durante varios días. Algunas personas también pueden sufrir dolor abdominal, escozor (sin lesiones cutáneas), erupción en la piel o dolor articular. También pueden experimentar ictericia, orina oscura y heces pálidas, así como un hígado levemente agrandado y blando (hepatomegalia) y, en ocasiones, insuficiencia hepática aguda.
Existen vacunas seguras y eficaces disponibles para prevenir la infección con el virus de la hepatitis B. Esas vacunas también previenen el desarrollo de la hepatitis D y, aplicada en el momento del parto, reduce enormemente el riesgo de transmisión de la madre al niño. La infección crónica de tipo B se puede tratar con agentes antivirales. El tratamiento puede retrasar la previamente de la cirrosis, reducir la incidencia del cáncer de hígado y mejorar la supervivencia a largo plazo. Solo una parte de las personas con infección crónica por hepatitis B necesitarán tratamiento.
También existe una vacuna que previene infecciones por hepatitis E, aunque en la actualidad no está ampliamente disponible. No hay tratamientos específicos para las hepatitis B y E, que por lo general no suelen requerir hospitalización. Se recomienda evitar medicamentos innecesarios debido a los efectos negativos sobre la función hepática provocados por esos medicamentos.
Fuente: Organización Mundial de la Salud y Organización Panamericana de la Salud
https://www.paho.org/es/campanas/dia-mundial-contra-hepatitis-2021
https://www.who.int/campaigns/world-hepatitis-day/2021